12 de marzo de 2009

CUANDO EL SUEÑO SE VUELVE PESADILLA

Sara Amelia Espinosa Islas
Programa Universitario de Derechos Humanos
Pedro siempre ha sido el prototipo del caballero ideal. A cualquier mujer que le acompaña le abre la puerta del automóvil, le enciende el cigarro, le cede el paso, siempre la lleva a casa y espera a que ella cierre la puerta antes de marcharse.

Es un hombre inteligente y exitoso, a sus 35 años ocupa una gerencia en una empresa prestigiosa. Orgulloso de entregarse a su trabajo y no tener vicios. Declara “ser un hombre diferente a los demás” porque cree firmemente en la igualdad con las mujeres en cualquier ámbito. Soltero codiciado, alagado en las reuniones de la oficina y amistades, ante lo que él solo se sonrojaba y sonreía.

Una noche conoció a Luisa en un bar quien le dejo deslumbrado desde el primer momento, como narraría a su mejor amigo al día siguiente, quien atentamente lo escuchaba con una sonrisa en su rostro, ya que en promedio, el amor en Pedro no pasaba más allá de quince días.

“No es muy inteligente-agregó Pedro-; ayer inmediatamente me di cuenta de eso”. Luisa es varios años más joven que Pedro y vivía con su madre. Trunco sus estudios universitarios y desde entonces se dedica a la venta de diversos artículos de manera informal para apoyar los gastos de su hogar.

Disfrutaba mucho pasear por el centro de la Ciudad, tomar un café con las amigas, ir al cine, bailar con amigos en sus ratos libres que dedicaba a su diversión y gastar su dinero en “cositas para ella” en cuanto obtenía alguna ganancia de sus ventas.

En su primera cita con Pedro, le contó que a ella le encantaba la idea de llegar a vivir despreocupada en una vida que fuera similar a unas eternas vacaciones.

Pedro no tardó en reducir el comentario de Luisa al exaltar el ambiente exigente y éxito en que se desenvolvía y no tardo en relucir su tendencia a sentirse responsable de la gente que le rodeaba lo que le obligaba a tratar de resolverlo todo a su manera a través de “consejos bien intencionados” de un hombre de experiencia.


No es difícil suponer que con un autoconcepto tan alto, la seguridad individual de Pedro más bien se tradujera en arrogancia e intolerancia que le llevaba constantemente a descalificar constantemente a cualquier persona, convencido de que las personas que le rodeaban, serían mejores si hacían caso a sus consejos como él les indicaba.

Adivinamos que Pedro encontró en Luisa la relación perfecta para engancharse, la oportunidad de moldear a alguien a su antojo, porque desde su punto de vista, “ella no sabía lo que quería”.

Al mes de iniciar una relación de noviazgo, Pedro había elegido –para el bien de Luisa- una escuela privada donde podría realizar algunos cursos especializados que no exigían estudios universitarios, además había hablado con uno de sus mejores amigos para conseguirle un empleo que la tendría ocupada y le daría una solvencia económica, sorpresa que le dio mientras cenaban para festejar su primer aniversario.

Luisa no se sintió precisamente halagada, pero hacía mucho tiempo que nadie se “preocupaba” por ella de esa manera, sin registrar ese acto como una, por el contrario, tomó el gesto como “un detalle cariñoso”.

Por otra parte, Pedro solía referirse a sus (múltiples) novias anteriores con un profundo desprecio. A una la había dejado porque no sabía conducirse apropiadamente en las situaciones sociales que demandaba el trabajo de él; otra había reaccionado con ingratitud después de los esfuerzos de Carlos por educarla con refinamiento; otra más había rechazado las invitaciones y cercanía de la madre y las hermanas de él, y así sucesivamente. En síntesis, él sentía que siempre había sido generoso y a pesar de ello incomprendido.

Paralelamente, pasó inadvertido el hecho de que Pilar jamás había podido —o querido— conservar un empleo por más de seis meses y que siempre confiaba en su cara bonita para obtener lo que quería. Además, y el tiempo demostraría que esta tercera característica tenía más peso que las dos anteriores, Carlos pasó por alto que a su novia le gustaba vivir bien y gastar dinero... ¡y de qué manera!

Aunque el noviazgo estuvo a punto de fenecer un par de veces, siempre acababan arreglándose con una buena comida, un paseo exuberante y un caudal de besos que impedían que salieran las palabras. La sexualidad en general funcionaba bien, aunque ninguno de los dos la habría calificado de excepcional. Al cabo de 14 meses de un noviazgo agitado, emocionante y también marcado por la comodidad, Carlos la invitó a compartir su casa. Para ambos fue otro “regalo espléndido”, similar a la capacitación y el nuevo empleo.

4 comentarios:

  1. Orale que fuerte artículo
    Que bueno que usted siempre trata de abrir los ojos a la gente y que piense

    Felicidades por su página por favor escriba mas de estos temas que son interesantes. Extrañamos este tipo de temas que nos daba en la prepa 98

    Karina una de sus niñas de la EPOEM

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  2. Estoy de acuerdo en que es un artículo fuerte. De verdad que hay mucha gente que piensa que dominando y moldeando a la gente a su antojo les hace un bien sin respetar la voluntad e incluso llegando a pisotear la dignidad de los demás.
    Creo que todos alguna vez hemos incurrido en ello, pero se vuelve algo terrible cuando no se puede controlar o no se desea. Y finalmente acarrea como consecuencia una persona en soledad, culpando al mundo de sus desgracias.

    Gracias!

    E.P.

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  3. Hola Kari, gracias por tus comentarios, seguimos trabajando a distancia a favor de un mundo más justo

    Un abrazo tu querida profesora

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  4. Hola E.P. Muchas gracias por tus comentarios. Comparto tu opinión, las cosas llegna a salir de control y simplemente a veces es más fácil culpar a otras personas de nuestros errores antes de admitir nuestra responsabilidad.

    Esperamos seguir contando con tus opiniones y si tienes sugerencias para temas de artículos.

    Un abrazo

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